Caminata Dominguera
El domingo pasado mi esposo y yo decidimos caminar el sendero del Puente Mario Cuomo que conecta el condado de Westchester con el condado de Rockland en Nueva York. El nuevo puente reemplaza el que fuera el deteriorado puente Tappan Zee. Son 3.6 millas de vía compartida para peatones y ciclistas que se extiende desde el sur de Nyack hasta Tarrytown, sobre el rio Hudson. Cabe decir que si lo caminamos de ida, hay que pensar en el regreso, que en total serían 7,2 millas casi 11.60 kilómetros.
Para los residentes de Nueva Jersey, la ruta 87 nos deriva a la 9W hacia el Centro de Bienvenida con área de estacionamiento, información y baños. También hay manera de llegar en bus y tren. Una alternativa muy tentadora y frugal para la familia y amigos, sobretodo en días donde las áreas de distracción están limitadas. Un diseño muy bien pensado; para quienes van en bicicleta cuentan con estaciones de auto servicio con infladores y herramientas en caso de algún percance. El lugar opera de 6 am a 10 pm.
La señalización a lo largo del camino es muy clara, ya sea con letreros electrónicos, carteles temporales o hitos en las seis áreas de descanso que indican las distancias; para tomar en cuentas por si el físico nos traiciona. Cada estación de descanso tiene su historia y su propio diseño pero todas comparten una vista espectacular, sobre el Hudson, particularmente en un día soleado, de los transportes acuáticos; además de la belleza de la naturaleza y la majestuosidad de la estructura del puente. Les cuento que el Punto de los Pintores, que celebra a los artistas, tiene el último escalón cual parrilla, por lo que se divisa los diez pies y más caída abajo, vértigo total. Ni lo pisé.
Dependiendo de los gustos, bien se puede correr, caminar o trotar; al igual que pedalear o correr hasta 15 millas por hora; por ahora se requieren máscaras (ya vendrán mejores tiempos, tengamos fe) y las distancia respectiva. Cabe decir que en general las reglas se respetaron durante nuestro paseo, uno que otro desadaptado que no consideró recoger su botellita de plástico o apresuraba al resto pero nada incómodo. Como aficionada de la fotografía que soy, me deleité al centímetro con la ingeniería, el diseño y el paisaje; a punto que la bulla de la carretera adyacente fue casi desapercibida.
Confieso que no hicimos el recorrido total, aunque si cumplimos la meta de ir más de la mitad, llegamos a un 85% del camino. Muy satisfechos por el ejercicio cardiovascular y mental, las seis millas y un poco más fueron suficientes. No quisimos ser muy ambiciosos luego de ver una serie de papás súper héroes cargando a su crio o empujando la bicicleta que la criatura no la encontraba tan entretenida como al principio del sendero. Sea en grupo, en familia, en pareja o sólo, me alegra saber que se pensó en una manera de motivar el ejercicio. Ojalá que lugares como estos se multipliquen.
Autor: Marta McGowan