Nueva sospecha de envenenamiento vuelve a poner el foco sobre las amenazas contra los opositores de Putin
El líder opositor ruso Alexey Navalny ha reconocido durante mucho tiempo los riesgos de enfrentarse al Kremlin: el activista anticorrupción ha sido encarcelado en repetidas ocasiones y ha pasado largos periodos en custodia por organizar protestas políticas.
Pero la noticia de que Navalny se enfermó gravemente este jueves por un supuesto envenenamiento generó una nueva conmoción para la sociedad rusa. Aunque los médicos todavía deben determinar de manera concluyente la causa de su enfermedad, la posibilidad de que haya sido envenenado plantea paralelos preocupantes con algunos de los asesinatos políticos más descarados del pasado reciente de Rusia.
La audiencia internacional puede recordar dos casos: el asesinato del exagente ruso Alexander Litvinenko, quien fue envenenado en Londres en 2006, y el ataque con un agente neurotóxico en Salisbury en 2018.
Ambos casos involucraron venenos extraños y personas específicas que se consideraban irritantes para el Kremlin. La sustancia utilizada para acabar con la vida de Litvinenko fue un radioisótopo poco común, el polonio-210. En Salisbury, mientras que el exagente ruso Sergei Skripal y su hija Yulia cayeron enfermos por Novichok, un agente neurotóxico de grado militar. Una pareja de Gran Bretaña, Dawn Sturgess y Charlie Rowley, también estuvieron expuestos a la sustancia. Sturgess murió posteriormente.
El Kremlin ha negado sistemáticamente su participación en estos dos ataques de alto perfil. Pero los gobiernos occidentales, investigadores independientes y observadores de Rusia ven un patrón consistente de participación por parte del estado ruso en asesinatos dentro y fuera de Rusia.
Antes de que Navalny ganara relevancia, el líder más visible de la oposición en Rusia era Boris Nemtsov, un ex viceprimer ministro. En 2015, Nemtsov fue asesinado a tiros en un puente a la vista del Kremlin. Ese hecho provocó el rechazo mundial, y aunque un tribunal condenó a cinco hombres chechenos a largas penas de prisión por el asesinato, los partidarios de Nemtsov aseguran que los responsables de ordenar su asesinato en última instancia escaparon a la justicia.
Navalny también ha enfrentado amenazas físicas. En 2017, perdió la visión en uno de sus ojos tras ser atacado con un tinte verde antiséptico. El año pasado fue hospitalizado después de que una sustancia química desconocida lo afectara mientras estaba bajo custodia policial. Él ha hablado abiertamente con la prensa sobre la posibilidad de un asesinato.
Sin embargo, el posible envenenamiento del líder opositor este jueves tiene a primera vista algunas similitudes con otro caso conocido: el envenenamiento en 2004 de Anna Politkovskaya, destacada periodista rusa de investigación.
Navalny comenzó a sentirse mal, indicó su portavoz Kira Yarmysh, durante un vuelo de regreso a Moscú desde la ciudad siberiana de Tomsk, lo que obligó a un aterrizaje de emergencia en Omsk. Según la vocera, Navalny bebió té negro en una cafetería del aeropuerto antes del despegue y la aerolínea dijo que no bebió nada mientras estuvo a bordo.
Eso recuerda el incidente de 2004, cuando Politkovskaya también se enfermó mientras volaba al sur de Rusia en medio de una crisis de rehenes en Beslán, en la región de Osetia del Norte. Su editor le dijo al Comité para la Protección de los Periodistas en ese momento que Politkovskaya no había comido nada antes del viaje y solo bebía té en el avión.
Politkovskaya sobrevivió al envenenamiento, pero fue asesinada en la caja de su escalera en 2006. En ese momento, la periodista había estado investigando profundamente las violaciones de derechos humanos en la campaña de Rusia contra los insurgentes en el norte del Cáucaso.
Navalny es muy conocido como activista, pero sus investigaciones son las que han resultado la mayor espina para algunos poderosos en Rusia. Sus videos de investigación sobre la aparente riqueza inexplicable de altos funcionarios del gobierno han provocado en especial la ira del Kremlin. Un video sobre el ex primer ministro ruso Dmitry Medvedev tuvo más de 35 millones de visitas en YouTube.
Más recientemente, Navalny se concentró en Yevgeny Prigozhin, un oligarca vinculado al Kremlin sobre quien pesa una sanción de Estados Unidos por interferencia en las elecciones estadounidenses. Navalny dijo hace poco que decidió cerrar su organización de investigación sin fines de lucro después de que una compañía afiliada a Prigozhin presentara una demanda importante contra él y su fundación.
El Kremlin rechaza de manera habitual las acusaciones de Navalny sobre la corrupción generalizada del gobierno, y el propio Navalny no puede postularse a un cargo político por su condena penal en un caso de fraude, una sentencia que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) dictaminó que tenía motivaciones políticas.
Pero el aparente envenenamiento de Navalny también se produce cuando la sociedad civil rusa está absorta ante los acontecimientos cercanos: las protestas masivas que han arrasado Belarús por un aparente fraude en la reelección de Alexander Lukashenko.
En los últimos días, Navalny hizo una cobertura destacada de los eventos en Belarús a través de sus programas en línea, y ha hablado enérgicamente en apoyo de la oposición de ese país. En su opinión, está claro que la confrontación de Lukashenko con su propia gente es el presagio de una lucha potencialmente más grande: algún enfrentamiento futuro entre Putin y una oposición motivada, bien organizada y masiva.