Hay momentos sumamente importantes en la vida, como salirse de un grupo de Whatsapp, que un telecajero le dé dinero y el ponerle el nombre a un hijo. Un momento que puede representar horas interminables para encontrar ese nombre único e ideal que represente el apellido y la estirpe. Un nombre que cuando la maestra pase la lista de asistencia, retumbe en todo el salón. La cosa es que, en ese afán, a veces se mezcla Gucci con alpargatas y se termina sentenciando al hijo a un bullying de por vida. Por ello, si desea darle una vida tranquila a su recién nacido, por favor evite colocarle las siguientes categorías de nombres.
La primera es la de nombres anglosajones que despiertan admiración debido a que representan algún poder o simplemente suenan chéveres. De allí vienen nombres como Usnavy (de la naval estadounidense US Navy), Email (que viene del correo electrónico) Dansisy (que viene de Dance easy o “baila fácil”), Miladys (que viene de My Lady o “mi dama”) o incluso Ángeles Lakers (que viene del equipo donde jugó Mayiyonson José).
Luego tenemos los nombres bíblicos o de próceres históricos, aunque pensar que su hijo va a ser un santo porque se llame Jesús, suele ser un error común. El problema con dichos nombres es que no terminan concordando con quien los lleva. Para ejemplos, quienes aquí escribimos. Reuben es un nombre hebreo y lo único que sospechamos, es que el del registro civil estaba «hebreo» cuando lo escribió. Por su parte, Napoleón fue un militar y conquistador francés. Y el Napoleón que aquí escribe lo que tiene de francés es que come mucho croissant con tostadas francesas.
También está la manía de ponerle al recién nacido ese nombre que está de moda. Así tenemos a las Camilas, los Tomases y los Lucas. Lo cual puede derivar en dos problemas: en que su hijo desarrolle paranoia de tanto escuchar su nombre en la calle o que usted no pueda llamar a su hijo de un grito en un parque porque cuando diga “¡Lucas, ven a comer!” se le acerquen treinta y cinco Lucas esperando su respectiva papa (o lo que es peor, que le ignore bajo la excusa de que la vaina no era con él).
Existe otra que es la de inventar nombres como Xionix o Chleiver, que son escogidos luego de lanzar las fichas del Scrabble sobre la mesa para que salga lo que Dios quiera. De hecho, en algunas barriadas populares el nombre se escoge según como sonaron los resortes del colchón la noche de la concepción. Ejemplo de ello es Wílkimi (incluso haga el ejercicio de repetirlo varias veces para que vea). Aunque el ápice de esta categoría se logra cuando se combinan los nombres de los padres. De esta forma, si los padres son Lucía y Fernando, el hijo podría llamarse Lucifer.
Por último, está la de usar nombres de estrellas famosas. Nombres que señalan aspiraciones de grandeza y prosperidad, pero que muchas veces no coinciden con quien los lleva. Así podríamos encontrarnos a un Brad Pitt Contreras negrito y gordito, un Arnold Schwarzenegger Quintero que odie los gimnasios, una Kim Kardashian Gutiérrez que no tenga plata ni carisma corporal o un Michael Jordan Espinoza blanco y chaparro.
Por eso, cuando llegue ese importante momento de ponerle nombre a un recién nacido, puede hacer tres cosas igual de importantes: leer este artículo, googlear el significado del nombre que piensa ponerle a su bebé o leerse Robinson Crusoe y hacer como él, que no se complicó y a su ayudante le puso Viernes. La otra opción es más laboriosa, pero es que emigre a los Estados Unidos para que así los nombres Jeffelson, Estiwuar, Bényamin, Brayan y Maykel encuentren su lugar al lado de los padres fundadores y finalmente pasen a ser nombres normales y corrientes.