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Coronavirus: Bolsonaro niega la gravedad de la pandemia

Mientras el mundo entero intenta desesperadamente hacerle frente a la pandemia del coronavirus, el presidente de Brasil está intentando restarle importancia lo mejor que puede.

En gran parte, a Jair Bolsonaro le ha resultado difícil tomarse el virus en serio. Se opuso a los consejos de su propio ministro de Salud, a principios de marzo y, mientras esperaba los resultados de una segunda prueba de coronavirus, abandonó el aislamiento para unirse a mítines políticos contra el Congreso.

Se dio la mano con seguidores en Brasilia y envió un mensaje a millones de personas de que esta situación no era algo de qué preocuparse.

En una manifestación la semana pasada, repitió la ya trajinada frase “Es apenas una pequeña gripe o resfriado”, mientras acusaba una vez más a los medios de sembrar la histeria y el pánico en torno al covid-19.

Unos días después, demostró con claridad que da prioridad a la economía por encima de las medidas de aislamiento adoptadas por el resto del mundo.

“Va a morir gente, lo siento, pero no podemos parar una fábrica de autos porque hay accidentes de tránsito”, expresó.

Solitario negador

“Jair Bolsonaro se encuentra solo en este momento. Ningún otro importante líder niega la severidad de esto hasta donde lo hace él y, dependiendo de como salgan las cosas, esa estrategia podría costar muchas vidas en Brasil”, indica Brian Winter, editor en jefe de Americas Quarterly, una publicación de análisis sobre América Latina.

Una desolada playa de Río de Janeiro.
La crisis del coronavirus ha dejado vacías las concurridas playas de Río de Janeiro.

Bolsonaro está frustrado. Llegó al poder el año pasado prometiendo una mejora de la economía y el coronavirus le ha puesto freno a eso.

Las playas de Río de Janeiro están desiertas y las normalmente atascadas avenidas de Sao Paulo están vacías. Tiendas, escuelas, espacios públicos y negocios han cerrado en muchos estados.

Bolsonaro está decidido a darle un giro político a esta pandemia, acusando a sus opositores de tratar de destruir el país.

La economía manda

Hace unos días, Flavio Bolsonaro -uno de los hijos del mandatario que también se dedica a la política- puso en circulación un video.

Un mural que muestra una imagen de Bolsonaro colocándose una mascarilla.
Pese a las protestas en su contra, el mensaje de Bolsonaro tiene acogida entre sus seguidores.

El mensaje de ese video, que era atribuido al gobierno brasileño, era que “Brasil no puede parar (usando la etiqueta en portugués #obrasilnãopodeparar). La gente necesita continuar trabajando para mantener el país seguro y la economía creciendo.

El gobierno rechazó tener relación con el video y desde entonces lo ha catalogado como una “noticia falsa”, pero es exactamente el mensaje que Bolsonaro ha estado difundiendo.

Tanto es así que, de hecho, un juez federal vetó el sábado al gobierno de hacer campaña contra las medidas de aislamiento. Los mensajes del gobierno en las redes sociales que usan esa etiqueta fueron eliminados rápidamente de las cuentas.

“Claramente está colocando las bases para poder decir dentro de seis meses o un año que no estaba de acuerdo con las estrictas medidas de distanciamiento, con el aislamiento”, manifestó Oliver Stuenkel, profesor asociado de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas, en Sao Paulo.

“Es un intento para reducir el impacto negativo que la crisis económica inevitablemente tendrá en los índices de popularidad del gobierno de Bolsonaro, pero es una estrategia muy riesgosa porque al minimizar la crisis tampoco muestra liderazgo en la respuesta”, dijo Stuenkel.

Apoyo a Bolsonaro

Pero el mensaje del presidente tiene resonancia entre sus adeptos. En los últimos días, muchos han realizado caravanas de autos a través de Brasil, conduciendo por las ciudades tocando la bocina apoyando a los negocios que quieren reabrir.

“Cuando sugieres que saliendo a las calles puedes infectarte, la gente entra en pánico”, afirma Luiz Antonio Santana Caldas, un seguidor de Bolsonaro de Bahía. “Si te van a obligar a una cuarentena y no hay solución en dos semanas, lo que vas a causar es el desplome de la economía”.

Manifestación a favor de reabrir los comercios en Sao Paulo.
Los partidarios de reabrir los comercios han hecho manifestaciones en Sao Paulo.

Paloma Freitas, una administradora inmobiliaria de Fortaleza, no está de acuerdo. Ella votó por Bolsonaro, pero dice que él ya no la representa.

“Cada vez que lo escucho, me aterrorizoEn lugar de unificar, constantemente ataca a la gente. Él cree que el país se quebrará, pero los muertos no generan dinero, no van a hacer que la economía funcione salvo que sea la industria funeraria”, dice.

Los gobernadores de los estados al frente de la crisis

El gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, al igual que casi todos los otros gobernadores del país, ha intentado exhortar al gobierno federal a que apoye sus medidas de aislamiento. Sin éxito. Bolsonaro los acusa de jugar a la política.

“No es racional darle un matiz político a la salud y vida del pueblo, especialmente de aquellos que son pobres y vulnerables”, expresó Doria, acusando a Bolsonaro de menospreciar las vidas de la gente.

Doria declaró que Brasil puede y debe parar.

Los “cacerolazos»

El estruendo de la gente golpeando cacerolas y sartenes desde sus balcones se ha vuelto la banda sonora de muchas veladas en ciudades como Sao Paulo y Río de Janeiro.

Los «panelaços» (“cacerolazos”) son en protesta contra un presidente que consideran irresponsable. Un hombre conocido por su menosprecio de la ciencia. Un hombre que ve en Donald Trump una inspiración.

Persona tocando una cacerola en protesta desde una ventana.
Los críticos de Bolsonaro han expresado su malestar con caceroladas.

“Me gustaría que Bolsonaro le estuviera prestando más atención a Trump en este momento porque, si lo hiciera, entendería que Trump está tomando esto mucho más en serio ahora que hace dos semanas. Trump también es prueba de que nunca es demasiado tarde para que un presidente cambie su estrategia para manejar la situación”, indica Brian Winter.

No obstante, hay pocas señales de que Bolsonaro esté dando un giro. Es un político que siempre ha ido en contra las instituciones tradicionales. Pero en estos tiempos de crisis, la gente no quiere escuchar a quién se le puede echar la culpa. Necesitan resolver el problema. Y pronto.

Fuente: BBC

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