Muchas familias indias prefieren tener hijos varones que niñas. Pero, cuando nació Heena, sus padres lo celebraron.
Desafortunadamente, por las razones equivocadas.
Heena es parte de la remota comunidad de Bacchara.
Desde hace siglos, sus miembros obligan a las hijas mayores a convertirse en trabajadoras sexuales a partir de los 10 o 12 años.
Y, cuando se hacen mayores, una hermana menor la reemplaza.
Esta costumbre ha pasado de generación en generación como una «tradición aceptada», y los varones de la familia viven de las ganancias que generan estas niñas.
En algunos casos, el padre o el hermano actúan como su proxeneta.
Incluso las bodas, en esta comunidad, se hacen de forma diferente.
Allí, la familia de la novia es la que exige un alto precio por su hija, algo que se conoce como «dote invertida».
Sin opciones
A Heena la prepararon para cumplir su rol desde que nació y luego la obligaron a prostituirse.
«Tenía solo 15 años cuando me forzaron a esto. Tuve que dejar mis estudios y seguir el mismo camino que mi mamá y mi abuela materna», le dijo a la BBC.
Cada día, atendía a numerosos clientes: desde hombres pobres del campo hasta ricos camioneros.
«Para cuando tuve 18 me di cuenta de lo malo que era esto y me sentí muy enojada. ¿Qué opciones tenía?
«¿Cómo sobreviviría mi familia si no ganaba dinero de esta forma?».
Los baccharas son relativamente pobres en India y confían en sus mujeres para mejorar la situación económica de la familia.
Según Akash Chouhan, coordinador de una ONG local, «cerca de un tercio de las mujeres que se prostituyen son menores de edad«.
Los baccharas son una tribu nómade, distribuida en tres distritos del estado de Madhya Pradesh, en el centro del país.
Ocupan mayormente áreas rurales o las zonas aledañas a las carreteras, en sitios donde se detienen los camioneros.
Trucos del oficio
Las jóvenes, conocidas localmente como khilawadis o «las que juegan», esperan en camastros de soga en grupos o solas, llamando la atención a sus posibles clientes.
Por lo general hay tiendas diminutas en el camino donde están sus agentes.
Ellos hacen un acuerdo con los camioneros, que pagan entre US$1,45 y US$2,80 por la transacción.
Según los locales, los mejores precios se pagan por una virgen, que suele costar alrededor de US$72.
«Durante el día, vienen entre cuatro y cinco hombres. Por la noche, nos vamos a hoteles o algún lugar cerca de aquí».
«Siempre corremos el riesgo de que nos infecten», explica Heena.
Un informe publicado por el periódico nacional The Hindu en el año 2000 decía que muestras de sangre de 5.500 miembros de la comunidad revelaron que cerca del 15% tenían VIH.
Varias de estas jóvenes, además, acaban teniendo hijos producto de estos encuentros sexuales.
Heena tuvo una niña y eso hizo que tuviese que trabajar más duro.
Ser trabajadora sexual significa también que les está prohibido casarse con un hombre de la misma comunidad.
Eventualmente, Heena luchó para salirse del sistema con la ayuda de una ONG local.
«Solo las niñas que cumplen con esta práctica maldita pueden entender el conflicto. Sé cómo se siente y quiero ayudar a acabar con esto».
Hay muchas teorías sobre el origen de esta costumbre socialmente aceptada, pero ninguna ha sido confirmada. La pobreza y la dificultad de la tribu para generar dinero es una de ellas.
¿Qué dice la ley?
La preferencia en el país por hijos varones ha generado un desequilibrio peligroso entre el número de hombres y mujeres.
Pero el problema aquí es al revés.
«La comunidad tienen cerca de 33.000 miembros, de los cual al menos el 65% son mujeres«, dice Akash Chouhan.
Una razón que explica el elevado número de mujeres es el tráfico ilegal de niñas menores hacia estas regiones.
«Hemos rescatado a cerca de 50 menores en estas zonas en los últimos meses», le dice a la BBC Manoj Kumar Singh, superintendente de policía.
«Encontramos incluso a una niña de 2 años a la que hemos ahora enviado a un refugio».
Kumar Singh dice que se llevan a cabo redadas con frecuencia, pero que la costumbre, profundamente arraigada en estas comunidades, sólo puede acabar creando conciencia social sobre el problema.
Madhya Pradesh, el estado en el que vive esta comunidad, aprobó recientemente una ley que multa con pena de muerte a cualquiera que viole a un menor de 12 años.
También aumentó los años de cárcel para los adultos que tengan relaciones sexuales con un menor de 18 años, la edad de consentimiento legal en India.
No obstante, estas medidas no han servido de mucho.
El futuro
En 1993 se introdujo un esquema para eliminar la práctica de la prostitución entre los baccharas. Pero aún no ha sido implementado de forma completa.
«Cada año, hacemos publicidad para buscar organizaciones sin fines de lucro que nos ayuden a implementarlo, pero ninguna hasta el momento cumple con los requisitos», señaló Rajendra Mahajan, funcionario del departamento de bienestar para mujeres y niños.
El esquema Jabalí se centra en la rehabilitación de estas mujeres a través de la educación, la salud y la toma de conciencia.
Pero con o sin ayuda del gobierno, la situación está cambiando lentamente.
Algunas de las mujeres más jóvenes de la comunidad están desafiando las normas buscando trabajo en otros lugares o continuando con sus estudios.
También hay iniciativas locales que ofrecen ayuda.
Heena participa en uno de estos proyectos (el que la rescató en 2016).
«Yo ayudo a otras niñas a entender que pueden encontrar apoyo y salirse de esta profesión», dice.
Esta ONG tiene un centro de entrenamiento local que brinda educación gratis a menores.
«Las niñas se ven obligadas a permanecer en esta profesión porque no tienen otra forma de conseguir empleo».
«Solo la educación puede ayudarlas a progresar», die Heena.