El equinoccio de primavera 2020 se dará en el Hemisferio Sur el martes 22 de septiembre a las 10:30 am. Este momento marca un renacimiento de todas las cosas. Las plantas, los árboles, los animales, incluso nosotros, los humanos, sentimos la necesidad de salir de la cueva en donde pasamos el invierno para volver a florecer, ser libres y conectar con el espíritu de la naturaleza.
Muchísimas cosmovisiones del planeta (andina, celta, lakota) se rigen por una circularidad temporal que podemos llamar «rueda del año», que contempla momentos importantes y propone un ordenamiento natural de los tiempos. Estas celebraciones ancestrales conectan los bioritmos naturales, los ciclos del Sol, la Luna y el resto de los planetas de nuestro sistema solar.
La cruz de las estaciones
Existen cuatro momentos especiales que marcan las estaciones: dos equinoccios (primavera, otoño) y dos solsticios (verano e invierno). A ellos podríamos conectarlos a los puntos cardinales, a los cuatro elementos de la naturaleza (tierra, agua, fuego y aire) e, incluso, a un orden mayor que tiene que ver con el tiempo-espacio.
Los dos equinoccios y los dos solsticios arman una cruz que equilibra nuestro paso por el planeta Tierra. Equinoccio viene del latin aequinoctium (aequus nocte), que significa la noche igual. Es el momento del año en el que el Sol alcanza el punto más alto en el cielo, esto hace que la noche sea igual al día, trayéndonos equilibrio.
Este evento terrenal y celeste ocurre dos veces al año: en el Hemisferio Sur en otoño, 20 o 21 de marzo, cuando comienza el año astrológico en el signo de Aries; y en primavera, cuando comienza Libra, entre el 22 o 23 de septiembre de cada año.
Existe una sincronía en diversas culturas: convergen en que para estos momentos del año se celebra, se agradece, se comparte, se ritualiza.
«Rituales» y otros datos del equinoccio de primavera
1- La ceremonia para las culturas originarias
Los rituales son actos con dirección, orientados a un fin específico; todos ellos tienen un sentido claro, directo y siempre en conciencia con la naturaleza y sus ciclos.
Todo lo que vamos a recorrer aquí tiene que ver con un rito. Cada cosmovisión lo orienta según su enfoque, su manera de dejar huella en el mundo. Las culturas ancestrales tenían un sentido común para honrar a la naturaleza en su renacimiento.
2- Los cuatro elementos en la cosmovisión sioux
En el libro «Alce Negro habla», de John G. Neihardt, el autor cuenta que Alce Negro, a la edad de nueve años, estuvo inconsciente doce días, y durante este tiempo tuvo la visión del «caballo de las cuatro direcciones». Este animal lo llevó a encontrarse con sus seis abuelos: los cuatro puntos cardinales, más el cenit y el nadir, quienes le otorgaron los secretos de la curación. Vale la pena aclarar que para otras culturas la revelación viene por los cuatro elementos de la naturaleza, más la Pachamama y el Gran Espíritu, y quien cierra la séptima dirección sagrada es la persona en su ritual.
El cuatro es un número místico de suma importancia también para los lakotas (nativos que habitan en América del Norte), y para la mayoría de las culturas antiguas del mundo.
3- La vara que florece
Seguimos con la cultura sioux, y me gustaría guiar este relato a través de «la vara que florece» y de los rituales que de ella se derivan. La vara (sagyé) es el símbolo del árbol floreciente; representa a los lakotas como pueblo, un objeto en el que se puede apoyar el pueblo en las épocas de adversidad. En el centro del árbol sagrado hay dos caminos que se juntan, ellos predicen el futuro, tienen la capacidad para hacer el bien y defender a su comunidad.
En las culturas ancestrales todo posee luces y sombras, esto hace que haya un equilibrio entre todo lo que tiene vida. Por tanto, la primavera es el momento en el cual, luego de permanecer ocultos y secretos en las sombras del invierno, elegimos el camino de la vara que nos conecta con la vida.
4- La unión del dios y la diosa
Ostara es el nombre de la diosa de la primavera y la fertilidad para las culturas paganas nórdicas; representa el amanecer, el renacer, el despertar. Esta festividad marca el final del invierno y el florecer de toda la vida.
En esta celebración se le hace honor a todas las deidades femeninas, específicamente a las de la fertilidad.
Aquí vivimos el renacimiento y la renovación. Gran momento para impulsar nuevos proyectos y para comunicarnos con el mundo. Es la vuelta del equilibrio de la luz y la oscuridad, representados con una vela negra y otra blanca.
Es un momento para salir a la naturaleza y contemplar la vida, las flores, la savia de los árboles subiendo por el tronco y las ramas, escuchar a los pájaros cantar. En Ostara se busca el equilibrio en nuestra propia vida.
5- Cosmovisión andina: del invierno a la primavera
La Pachamama es quien cuida a las semillas, las nutre y protege. En la época del nacimiento del dios Sol, Inti, esas semillas comienzan un recorrido que muchas veces está vinculado a la oscuridad y el dolor: rompen todo su cuerpo para dar lugar al crecimiento de la vida. Es en la celebración de Pachamama Raymi donde se hacen ofrendas y se celebra que su tiempo ha llegado.